Cine de animadoras. Parte III de alguna más

Seguimos con las animadoras. Porque alguien tiene que verlas que para algo se hicieron.


Bring it on. All or nothing, Steve Rash, 2006


Tercera entrega de las franquicia que en el año 2000 inició el Godzilla del cine de animadoras Bring it on. Tras el desastre de la feísima segunda parte, con All or nothing se intenta recuperar de verdad el espíritu (y el color) de la primera parte. Y lo consigue. O casi. A medias. A ver, sigue sin ser una buena película, pero es mucho mejor que su segunda parte (no era difícil, la versión que rodé con diez años de King Kong con un solo actor haciendo todos los papeles es mejor), pero queda lejos del encanto de la primera. Vuelve a tocar el tema de conflicto de clases y racial (la anécdota es la niña pija que se tiene que ir a estudiar a un cole público de mayoría negra y latina y, bueno, ya sabéis) y como la competición saca lo mejor de la mayoría menos de la mala porque es mala de fabrica y no hay que darle muchas vueltas. Y sale Rihanna haciendo de Rihanna.








Lo que sí me llama la atención de estas películas es que por muy caricaturescos que sean los personajes o tontas las tramas, se trama con mucho respeto el mundo de las animadoras y las competiciones. En eso no hay burla. No se tira por el chiste fácil sobre el mundillo de los pompones. Se tira por el chiste fácil sobre los personajes o sus acciones. ¿Y funcionan? A medias, claro. La peli es un horror, pero ya sabéis que estos horrores a mí me entretienen mucho.

Ya os contaré las tres partes que me quedan.

Fire Up, Will Gluck, 2009


Detrás de uno de los carteles de cine más horrendos que he visto jamás se esconde una película que no está mal si a uno le gustan las películas que son hijas espirituales de American Pie, pero en más tonto y tiene el sentido del humor del típico universitario borracho que sale en esas películas. A mí me hizo gracia / aburrió por partes iguales decantándome hacia la primera parte lo que no sé muy bien qué dice de mí a parte de que me trago cualquier mierda cinematográfica.

Pero antes de seguir hablemos un poco más del cartel, porque ¿a quién se le ha ocurrido? ¿Quién ha cobrado por ese cartel de mierda y quién ha dado el visto bueno? Porque ese cartel sería el mejor de todos los que les ofrecieron en alguna estúpida reunión. ¿Estaban de coca hasta las cejas? ¿El diseñador es el ahijado de alguno de los ejecutivos que encargaron la coca? ¿De verdad alguien pensaba que con este cartel a alguien le vendrían ganas de pagar por entrar a verla? ¿Que poniendo a una chica mona y a dos gilipollas con cara de gilipollas la película se vendería sola y al indeciso ante la cartelera del cine diría, esa, tiene buena pinta, el cartel me la está vendiendo sola? Esa fuente de las letras, los personajes mal recortados, el fondo al azar. En serio, ¿quién ha cobrado por esta puta mierda y quién es el memo que ha pagado por esta puta mierda? A ver, joder, que con una comedia basada en dos gilipollas que quieren follar en un campamento de animadoras y basa su humor en enseñar el culo, chistes de maricas (pero sin faltar) y en contraponer a unos gilipollas majos contra unos gilipollas pijos, no se espera un cartel diseñado por Saul Bass, Ivan Zuleta o Franco Fiorenzi, pero, joder, algo más que esa porquería hecha con un Photoshop pirata.

Bueno, diréis, quizá solo es una de las versiones. A veces hay diferentes carteles para diferentes países y en esos son mejor.

¿A sí? Pues mirad la puta mierda del cartel español arreglado con una de esas traducciones creativas.


Es que ni el uniforme está bien. Que sí, joder, que la película no es más que reactualizar con menos gracia el universo Porky's y las comedias de perdedores de los ochenta, pero ahora protagonizadas por los pijos del campamento de enfrente, pero ese puto fondo blanco, ese montaje que podría hacer un chimpancé con crisis existencial, joder, no, joder, así no se trabaja, hostias, que hay que cuidar los detalles, hostias. Que hasta las caratulas de cine porno alemán están mejor hechas. Tenías más gracia mis carpetas de instituto, joder, y eso que no las decoraba.

¿Y la película?
Pues una gilipollez que no es tan graciosa ni transgresora ni atrevida como se cree, pero que se deja ver y que en un par de momentos te ríes. 






¿Lo mejor?
El momento homenaje a Bring it on poniéndola en el lugar que se merece como tótem espiritual para todo el cine de animadoras de la historia. Como el Aleph de Borges, Bring it on es eterna y su influencia se extiende después y antes de su existencia.




Llegados a este punto teníamos que invocar a Satán.

Satan's Cheerleaders, Greydon Clark, 1977


El mismo año del estreno de Star Wars, Eraserhead, Suspiria u Orca, un tipo llamado Greydon Clark escribió y dirigió Satan's Cheerleaders, una comedia de horror sobre el encuentro de un grupo de animadoras con una secta satánica y sus desternillantes consecuencias. 


La película es una mezcla de muchos géneros. Explotación de cine satanista tan en boga en esos años, comedia picante universitaria, cabrón del campo, parodia del cine de terror... hay un poco de erotismo verbigracia de las cuatro animadoras protagonistas, un poco de terror, viejas estrellas del cine clásico (ver pasear con desgana por la pantalla a gente como John Ireland o Ivonne de Carlo da cosica, la verdad. A John Carradine no lo cuento porque éste se apuntaba a todo), humor grueso, tensión, persecuciones y una amalgama de más cosas que no acaban de funcionar, que no arrancan del todo, pero que acaba siendo un mejunje altamente adictivo y fascinante.




Satan's Cheerleaders no es una buena película, pero acaba atrapando a pesar de sus numerosas torpezas, o por ellas mismas. Las pésimas actuaciones del elenco (¡ese entrenador obsesionado con la vida sexual de sus jugadores!), las repeticiones de muchas de las secuencias para llenar metraje o estirar escenas hasta la náusea, el patetico grupo de satanistas maduritos buscando una virgen a la que sacrificar y el desparpajo con la que desmontan las animadoras el plan ("soy animadora desde los trece años, ¿cómo quieres que sea virgen?"), ver a los comparsas mirar a cámara sin saber qué hacer, etc. Todo esto acaba siendo fascinante y me tuvo los minutos atento a ella.

¿Por qué? ¿Es la incompetencia? ¿Es el asistir a un desastre? ¿Es la textura de los años setenta o el encanto de la serie B? ¿O ver como en este tipo de películas de repente te regalan un plano, una escena, una mirada que lo compensa todo? ¿Una desfachatez y amor por el cine pese a todo? ¿El encanto de la explotación?

Sea lo que sea, dame más.







CONTINUARÁ...

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