Table 19, Jeffrey Blitz, 2017

Ya lo sabéis, la comedia romántica y todo eso. Un género por el que siento una enorme debilidad. Y lo veo y lo disfruto y tiene que ser muy mala una película para que no lo pase bien con ella. Además, llevo una temporada que aprecio más todos esos productos que no acaban en brazos del cinismo o la ironía y que dentro de la gran mentira que es toda película, tienen un punto de sinceridad.

Table 19 no es una gran película. Quizá no podría ni decir que es una buena película, pero sí que ha sido una hora y media que no me ha hecho pensar en estos tiempos inciertos, que en la calle hace frío y que quizá dentro de un año estaremos todos mutados, entre lodo radioactivo y con un nuevo trabajo en las minas de huesos. Y me ha sorprendido, lo que viniendo de un género como la comedia romántica con una estructura tan definida y marcada es toda una proeza. Pero, claro, la película juega con las ideas preconcebidas que tiene le espectador sobre el género y cómo conoce a la perfección todo lo que en ella va a ocurrir y lo dinamita, o por lo menos lo intenta. Lo frustrante de una película como Table 19 es que tenía los mimbres para reventar el género de la comedia romántica desde dentro, pero no se atreve a ir hasta el final. Porque dentro del universo paralelo que son todas estas historias de ex que se presentan sin avisar, secundarios extravagantes, abuelas porreras, discursos apasionados en los últimos diez minutos y chistes sobre penes, Table 19 introduce el realismo en los problemas, la tristeza absoluta y la amargura de aceptar de una vez que tu vida es esto, no hay más y que duele aceptarla.

Ves desfilar una serie de personajes muy machacados y largas conversaciones sobre su vida en el envoltorio bonito y efervescente de una boda. Y esas miradas tristes, esa conversaciones que callan... ahí estaba, y está, la película que quería ver; desmontar el género romántico y ver que detrás de toda esa alegría, esa fotografía pastelizada, esos chistes y secundarios solo hay un poso enorme de tristeza y un montón de personajes perdidos.

Pero no, la película al final no se atreve a destruir el género y acaba aceptando sus convenciones un  final convencional y que reniega de toda esa tristeza que entre chiste afortunado (los intentos del joven adolescente de invitar a una muchacha a bailar) y alguno más lo de siempre (en especial buscar excentricidad en los invitados, etc.), se repliega sobre sí misma y vuelve a los cauces de siempre. Ni revienta, ni es suficientemente gamberra, ni romántica, ni...

Pero, oye, el rato lo pasas. Los interpretes están bien (siempre es estupendo ver a Lisa Kudrow, confirmar lo encantadora que es Anna Kendrick y lo genial que hubiera sido verla trabajar en la comedia clásica de los treinta con La Cava o Lubritch) y compensan que al final acabe siendo lo de siempre y lo terriblemente átona que es a nivel visual (intentar hacer alguna captura interesante ha sido misión prácticamente imposible porque a simple nivel estético la película no tiene absolutamente nada). Es una de esas películas que están bien; con las que hechas la tarde y luego olvidas.







Posdata. Me sorprende la mala recepción que tiene esta película en redes sociales de reseñas cuando no es peor que miles de otras comedias románticas con mejor recepción. ¿Acaso al no seguir de forma escrupulosa los códigos románticos produce rechazo? ¿Es por que es más triste y amarga que otras? Porque, de verdad, Table 19 es mucho mejor que cualquier comedia romántica donde salga Katherine Heighl y se la ha machacado mucho más. Y no sé por qué, la verdad.

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