Truck Turner, Jonathan Kaplan, 1974

Veo una noche Truck Turner

Me reprendo por no haber visto más blaxplotaiton en mi vida. Pido perdón.

Me sorprende que ver uno de sus mejores ejemplos según los entendidos, sea algo tan cercano y conocido; se mueve en una coordenadas estéticas y cinematográficas que conozco y en las que me siento a gusto. Supongo que el haber visto tanto cine influenciado por este subgénero, haberme pasado casi toda la vida escuchando funky y soul de los setenta, el haber leído tanto sobre la época, etcéteras varios, hace que una vez me ponga con ese cine me asalte una sensación reconfortante de volver al hogar.

¿Soy yo o Truck Turner tiene un ligero de parodia? ¿Puede ser que solo cuatro años después de las fundacionales Sweet Sweetback's Baadasssss Song y Shaft los códigos del género fueras tan claros e identificables que ya se podían parodiar? ¿O es que esos mismos códigos tan marcados vistos ahora resultan exagerados hasta la parodia? La maravillosa estética de los chulos, las prostitutas, las continuas machadas, la violencia sin consecuencias (ese ir dejando cadáveres por todos lados y que no pase absolutamente nada).

Issac Hayes era un actor muy limitado, pero, joder, qué puta presencia. La molosidad adquiere su significado completo con él.


Pero, claro, si la presencia casi totémica le añades el talento bruto que tenía un Yaphet Kotto, pues la molosidad explota.


Fascina ver cómo con un personaje tan esquemático y plano, Kotto hace maravillas a base de miradas, gestos y presencia.

La película es muy divertida, rápida y entretenida. Da igual si es parodia o no. La estética, la fotografía, Nichelle Nichols soltando un taco tras otro... Ver a Issac Hayes cargándose un chulo tras otro en una película casi sin trama, casi pura abstracción de subgénero; solo una escena molona tras otra con dos momentos de oro puro: el desfile de chulos en el entierro y, sobre todo, la penúltima muerte donde la película se detiene y cambia de tono para dar cuenta de la agonía y confusión de alguien durante sus últimos segundos. Solo por esos dos momentos vale mucho la pena ver este monumento a la machada en honor a ese dios de ébano que era Issac Hayes.







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