Películas como que no. Segunda entrega

 Pues eso, películas como que no.

Play, Anthony Marciano, 2019

Durante un par de días mi muro (¿se dice así?) de twitter se llenó de alabanzas hacia esta película. Se hablaba de frescura, originalidad, soplo de aire fresco y, y aquí debería haberme escamado, frases con la palabra nostalgia o los que crecimos en los noventa somos los mejores y cosas de esas. Una noche tonta la vi aprovechando que en Filmin la tenían colgada por el Atlantida Fest Festival y, no, no es para mí. ¿Por qué?

Play es un montaje que hace el protagonista con las cintas de vídeo que ha ido grabando a lo largo de su vida con la historia de su vida y la de sus amigos. Desde la preadolescencia hasta la madurez. Salir de fiesta, los errores, los primeros, segundos y terceros amores, etc. Todo rodado como diferentes formatos de vídeo (la evolución de las propias cámaras) y con una pasmosa naturalidad por parte de sus actores. Hay momentos que respiran vida y verdad (el grupo de teatro, los chavales de fiesta, lo idiota que pueden llegar los chicos a ser con dieciséis años, etc.) y con momentos realmente divertidos. La película pasa en un suspiro y es entretenida. Entonces, ¿por qué no?

1. Porque la película se presenta como original y diferente en el mundo de la comedia romántica, pero en su fondo y estructura es total, completa y absurdamente convencional siguiendo con exactitud la misma estructura de comedia romántica que se utiliza desde el cine mudo; desde el conocernos, la pelea, la otra chica y la carrera final hacia el beso. Cumple cada uno de los tópicos y ni los subvierte, ni los distancia si no que los abraza en toda su plenitud. Eso sí, fingiendo que se es diferente y original. Y esta hipocresía me irrita.

2. Porque, y esto es muy personal, odio la nostalgia. Y Play está hecha con la suficiente cantidad de trampas emocionales para que los que hemos pasado la adolescencia en los noventa nos veamos o identifiquemos y sintamos esa pulsión en el interior que hace añorar aquellos años y digamos en voz alta qué guays fuimos. Conmigo no funciona porque odio esta falsa nostalgia prefabricada para vender productos y sentimientos. Es algo que me irrita y molesta y que no consigo explicar bien.

3. El protagonista. No el actor protagonista, Max Boublil está bien, sino el personaje. Estoy harto de que me vendan como héroes, aunque sea a escala muy pequeña, a personajes inmaduros, nostálgicos, caprichosos y egoístas como personas íntegras a las que admirar. Max es un capullo egocéntrico inmenso, un canto andante a la inmadurez en su peor sentido, un gilipollas que, por supuesto, ni se merece esos amigos ni se merece a esas chicas (me resulta curioso que los tipos en esta película sean tan del montón, tan normales, y ellas dos sean dos preciosidades, así como el discurso de "novia eterna" y más cositas inquietantes). Odio este nuevo tópico de la comedia romántica, el inmaduro encantador, porque perpetúa esa imagen del hombre como un niño grande al que hay que cuidar, comprender y aceptar. Las mujeres en esta película son todas más inteligente, más maduras, responsables y cuidan, miman, protegen y no exigen al protagonista. Y la que exige algo es la mala, claro. O los amigos que se enamoran y casas son más aburridos y tristes y suerte de este tipo siempre divertido y sin más ataduras que las que él quiere. Y...

Que la peli es entretanida y simpática, sí. Que acabé muy irritado y harto de ella, también.

Palm Springs, Max Babakow, 2020 


Casi lo mismo que he dicho de Play podría decirlo de Palm Springs solo que ésta me aburrió mucho más, pero me irritó casi lo mismo. 

Un día de la marmota (y van...) en una boda en mitad del desierto y el simpático inmaduro y la chica es la sensata y sale un viejo que, la verdad, despista más que ayuda y todos los personajes que ya hemos visto en otras películas y lo que se vende como una comedia romántica existencial diferente, original y arriesgada es una comedia romántica bastante convencional que tira en sus últimos minutos cualquier atisbo de querer ser diferente o aprovechar el género romántico para reventarlo y ser, de verdad, algo importante y existencial para abrazar el "te quiero" y ser, otra vez, lo mismo.

Y ya está. No puedo decir mucho más de ella.

En unos meses, nominación al mejor guión original.

Lost Girl & Love Hotel, William Olsson, 2020


Vi esta película porque sale Alexandra Daddario; creo que es mejor actriz que lo que una carrera bastante insulsa y superficial puede dejar de ver. Esta Lost Girl & Love Hotels pintaba como la puerta de entrada de Daddario a otro tipo de cine y a demostrar que puede ser una buena e intensa actriz. Y le pone voluntad. Ella es lo mejor de la película. Está implicada y entregada a la historia y su personaje. Lástima que no encuentre aliados ni dentro ni fuera de la película porque, joder, qué inmenso y pretencioso pastiche. 

Alexandra Daddario intepreta a una profesora de inglés en crisis existencial por Japón. Entretiene los días entre borracheras y acostándose con desconocidos porque está así como triste y en profunda angustia vital. Un día conoce a un yakuza que según ella es "lo más hermoso que hay en el mundo" (recordemos que va casi siempre con un alto grado de alcohol en sangre) y se lían y luego me dormí un rato y sale un asesino, creo, y llega el final.

Lost girl & Love Hotel quiere ser una versión pretenciosa de Lost in Traslation (lo que ya es decir) mezclándolo con un inquietante y existencialista erotismo de corte euroasiático donde se entrevén los culos y absolutamente todo es aséptico y anti erótico. Una película que quiere ser un thriller dramático existencial erótico festivo profundo sin caer en trivialidades que acaba siendo una mala copia de 50 sombras de Grey (lo que ya es decir). La película, como la protagonista al salir de un bar, va dando tumbos de un lado a otro sin definirse, sin saber qué explicar y cómo. Los actores tienen una nula química entre ellos y resulta incomprensible para el espectador que se sientan atraídos uno por otro. Y si lo que es el núcleo principal, la pasión incontrolabre y un punto autodestructiva y de exploración emocional de los protagonistas, no se trasmita, mal vamos. Muy mal. Y es triste ver a Alexandra Daddario perdida en esta película intentado dotar de vida, aristas y profundidad a su personaje y como el resto de la película conspira para que no lo haga.

Vivre sa vie, Jean Luc Godard, 1962


No me gusta Godard. Y no entiendo porqué no me gusta Godard. En teoría su cine tiene todo lo que me gusta; su libertad formal y técnica, su experimentación, la dirección de actores, la exigencia con el espectador, su influencia es decisiva en directores que sí me gustan y apasionan, etc., pero no me gusta Godard. Lo intento. Este año lo vuelvo a intentar y me veo películas suyas, pero me aburre, me desconecto, pienso en lo que tengo pendiente en el trabajo, en si picoteo algo o no y no puedo evitar la sensación en muchas de sus películas que me está tomando el pelo, que solo es postuero y chulería, que hay una continua y necesitada necesidad de hacer ver al espectador que está viendo una película  (lo que no sería malo por temas de distancia, reflexión sobre el medio, manipulación, etc.) si no que está viendo una película de Godard y que no es digno. Y veo a sus actores en ocasiones hacer el tonto y postureos y mohines y cositas graciosas que ahora quedan muy bien en gifs para atormentar al despitado en twitter y me da vergüenza y entonces vuelvo a lo mismo, no me gusta Godard, como no me gusta Jarmusch, como no me gusta gran parte de Kubrick, como los westerns de Anthony Mann, los melodramas de Douglas Sirk o los últimos veinte años de Almodóvar. Alguien por decir cosa como éstas me quitó el carnet de cinéfilo entre exabruptos e ironías, pero como no recuerdo haberlo pedido nunca tampoco me importó demasiado.

Vivre sa vie es de las que más me gustan, por eso. Me aburre, desconecta y me da la sensación que es una fiesta a la que no me han invitado, he aparecido disfrazado, nadie quiere hablar conmigo y para picar solo hay quinoa y tofu. Así que imaginad qué me pasa cuando veo Une femme est une femme o La Chinoise.

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