Moonfleet, Fritz Lang, 1955

Si hubiera visto Moonfleet con diez años la hubiera adorado; el sueño perfecto de aventuras y terror que alimentaba mis fantasías. La he visto ahora con tantos y bastantes y la he adorado, pero no es lo mismo. Porque ahora ves tal travelling subjetivo, la composición casi pictórica de los planos, cómo Lang aprovecha el Cinemascope para dar épica una historia de amistad, sabes que al director no le gustaba nada esta película, la relacionas con otras historias, buscas aunque sea de forma inconsciente influencias y todas esas cosas terribles que hacemos cuando vemos una película (o lo que es peor, cuando nos ponemos una lente irónica...). Con diez años sería la pasión de la aventura pura y la imagen por la imagen. La aventura pura, el arrebato, la pulsión de querer ser eso, un huérfano viviendo aventuras entre contrabandistas.

Ojo, no digo que era mejor cómo veía el cine antes que ahora, pero sí que había cierta pureza y muchas menos tonterías; ese entusiasmo con el que se veía El temible burlón (The crisom pirate, Robert Siodmark, 1952), Quién tiene un amigo, tiene un tesoro (Chi troba un amico, troba un tesoro, Sergio Corbucci, 1981) o El guerrero americano (American Ninja, Sam Firstenberg, 1985) sin preguntar nada más, solo por ellas mismas. Ahora la experiencia es mucho más enriquecedora, pero también hay, como he dicho antes, más tonterías y voces.

¿Y la película?

Pues es maravillosa. Una aventura clásica en Cinemascope y Eastmancolor de contrabandistas y con una de las amistades entre adulto y niño más bonita y naturales que he visto en el cine (amistas, no relación paterno filial ni nada de eso) y donde ambos emprende un viaje; el niño sobre la amistad y la muerte; el adulto, sobre la amistad, el compromiso y el pasado. Es sencilla, directa, llena de imágenes perturbadoras que colindan con el terror (sobre todo los minutos iniciales) y terriblemente divertida. Para una noche calurosa de verano ha sido perfecta. 

Y salen Steward Granger y George Sanders, lo que siempre es bueno.










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