Memorias del subdesarrollo (Gutiérrez Alea, 1968) o Cómo encontré la película del confinamiento

La película del confinamiento.


O por lo menos una de ellas.

Una de las ideas más felices que he tenido este confinamiento es ponerme al día con el cine clásico cubano de los sesenta y de la que Memorias del subdesarrollo de Tomás Gutiérrez Alea es una de sus muestras más justamente famosas y conocidas. ¿De qué va? Del día a día de un aburrido y hastiado intelectual burgués cubano totalmente desclasado y perdido en la nueva sociedad que surgió tras la Revolución.

Una mirada que quiere ser lúcida hacia la nueva realidad, pero que se torna hastiada. Desprecia a todos esos burgueses que emigran Miami, donde incluye a sus padres, ex esposa y amigos, y se siente desconfiado, y superior, hacia todos esos que se han convertido en nuevos protagonistas de la historia, obreros, guajiros. Una relación que empieza con una joven aspirante a actriz que tiene más de paternalismo, calentón y ganas de sentirse superior a alguien que interés. Deambular por una enorme casa, mirar la realidad y no entenderla. Ser engullido por la historia.




Fantasear con la criada, reflexión, pero nunca acción.



Lo que más me ha admirado de la película y lo que me tuvo enganchadísimo a ella durante cada minuto es la absoluta libertad formal de ella; hay una mezcla de ficción, documental, ensayo, parodia, panfleto político, posicionamiento moral y ético absolutamente arrollador. Una mezcla del cine de Antonioni, Nouvelle Vague, neorrealismo y cinema novo brasileño con una rechifla al cine americano clásico (en parte, el Cine Novo que surgió en Latinoamerica fue una reacción al cine americano y su perfección formal amén de erigir el cine en una posición política y moral, pocos recursos, cámara en mano, rodar en la calle, aire documental...) con un homenaje / parodia esplendido al Vértigo de Hitchcock; un momento en el que el protagonista viste a la joven que quiere convertir en su amante con las ropas que se ha dejado su exmujer.





La película desmenuza de forma cruel a su personaje principal de forma irónica como también lo hace con las contradicciones de la Revolución y la nueva sociedad que surgió. Juguetea con su propia condición de ficción y retrato de un momento de la sociedad cubana ironizando sobre algunos de sus mitos (la fantástica visita a la casa de Hemingway) o sobre la propia película; el que el protagonista va a una conferencia y uno de los ponentes es el autor de la novela en la que se basa la película y de él se hacen unas reflexiones duras como el que regresa para vivir de las rentas de la Revolución.

Y tiene una fotografía preciosas que las capturas que cuelgo no le hacen ninguna justicia porque, oh sorpresa, no he encontrado una copia en buena calidad ni, oh nueva sorpresa, una edición en dvd o bluray en condiciones. Bueno, sí, una ediciones francesas e inglesas por las que debería pagar un ojo de la cara y dejar en depósito a mi hija pequeña.






  







Como he dicho antes, la libertad con la que Gutiérrez Alea mezcla géneros hace de esta película una pieza diferente, extraña y de la que es muy difícil hablar (como podéis haber comprobado) porque se escapa a hacer una lectura simplista de me gusta / no me gusta o a encasillarla en una corriente u otra. Para mí respira una libertad que me cuesta mucho ver en el cine contemporáneo; cine que en líneas generales me aburre horrores y no me resulta estimulante ni interesante.

¿Por qué me ocurre esto? ¿Me estoy haciendo viejo? No creo que lo pasado sea necesariamente mejor, pero sí más interesante. Miro la mayor parte del cine actual y no veo riesgo, ni formas nuevas, si no repetición de viejas formulas que ya estaban caducas el siglo anterior, huecos ejercicios técnicos que no dicen nada y unas películas que parecen clonadas entre sí con un mismo tipo de luz, los mismos actores, todo pulcro, ordenado, limpio, perfecto. Me falta el arrebato emocional y estético que me ha dado Memorias del subdesarrollo y que en el cine de hoy en día me es tan difícil encontrar. O quizá es que no busco en los lugares adecuados.

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