Un intento de explicar, sobre todo a mí, por qué no me ha gustado "The Irishman".


Hay una escena en The Irishman donde se enseña un lugar común de las películas de mafiosos estén basadas en hechos reales o no, donde asesinan a alguien en una barbería. Scorsese lo hace con un único plano en movimiento sinuoso y elegante que recuerda más que a Goodfellas a The age of innocence (acaba igual, en un pomo de flores) deslizándose entre cuidados decorados y multitud de extras. Mientras lo veía solo tenía dos pensamientos:

1. Qué bien hecho está.
2. ¿Qué coño me está queriendo decir con esto?

Porque la impresión que me estaba dando es que con ese movimento de cámara, el movimiento de los extras, la música, etc., no me estaban explicando nada que no podría haber hecho con una foto del lugar del crimen. A diferencia del famoso plano secuencia de Goodfellas en el que los personajes de Ray Liotta y Lorraine Bracco entran en el restaurante por la cocina o los suntuosos movimientos de cámara que siguen a Daniel Day Lewis por los pasillos de las mansiones en The age of innocence y que son a la vez alarde técnico, retrato de mundo y perfil psicológico de los personajes, en The irishman no vi que dijera nada. Era solo un movimiento de cámara muy bien hecho, pero vacío de significado.

Y con lo único que pude compararlo fue con esas escenas de Game of thrones donde sin venir mucho a cuento metían un momento de Daenerys con Drogon solo por meterlo, porque sí y porque era lo que se suponía que el público esperaba. Puro fan service.



Cuando uno mira una película de Scorsese espera que haya esos movimientos y es lo que da aunque sea algo que no explica ni dice ni expone ni subraya absolutamente nada; solo está pero tras ello, el vacío.

Me gusta Martin Scorsese. Me gusta su cine, me gusta oírle hablar y simpatizo mucho con su entusiasmo y gesticulación en las entrevistas. He visto casi la totalidad de su obra y me entusiasman piezas como Alice Doesn't Live Here Anymore (1974), Taxi Driver (1976), Raging Bull (1980), Cape Fear (1991) o Bringing Out the Dead (1999). Hasta disfruto con partes de New York, New York, (1977), película fascinante en todas y cada una de sus imperfecciones. Admiro su capacidad de adaptación a las nuevas posibilidades técnicas del cine y como no le importa experimentar con los nuevos recursos a su disposición. Pero no me ha gustado nada The Irishman.

Fui a verla al cine y a los cuarenta minutos solo quería salir de la sala porque no podía creer que ese desfile de escenas sin gracia y actores sin alma fuera la misma película de la que había oído hablar maravillas. Una película que había esperado con ganas se iba desinflando minuto a minuto y sí, estaba De Niro y Joe Pesci, pero algo fallaba (y no solo la digitalización de las caras). Era exactamente la misma sensación que tuve cuando vi Titanic (con menos cabreo y mucha más tristeza), el estar viendo algo con lo que no conectaba a ningún nivel y con la esperanza de que en el minuto siguiente aquello mejoraría porque, joder, es una película de Martin Scorsese.

Pero no mejoró. Aparece Al Pacino.


El peor Al Pacino. No el de Scarecrow (1973) o el de Carlito's Way (1993). No.  El pesado, histriónico, abofeteable caricato de Scent of a woman (1992) con sus muecas, tics y voces. El que te recuerda una y otra vez, eh, sí, soy Al Pacino. Llevaba una hora intentando entrar en la película y eso me echó de una patada. Si la vi entera fue porque pague una entrada para verla en pantalla grande. Si la llego a ver en casa, la paro y a otra cosa.

¿Qué película vi? ¿Qué edición de The Irishman proyectaron en Igualada? Porque las cuatro horas que vi yo fue de una película interminable, repetitiva, que parecía enroscada en si misma sin avanzar. Algo que Scorsese ya me había explicado en dos ocasiones y muchísimo mejor (y de forma más bonita). ¿La culpa del protagonista? ¿La posible redención? Que si la puerta abierta o cerrada. Que si el silencio de la hija. Ya lo sé. Todo eso ya lo sé. ¿Para qué explicarme todo otra vez si no lo haces de forma diferente?

No vi el drama otoñal, ni la complejidad narrativa (¿a estas altuas del partido vamos a llamar a los flashbacks complejidad narrativa? ¿En serio?), ni las portentosas interpretaciones (exceptuando a Joe Pesci que por momentos parece interpretar otra película). ¿Dónde está la maravilla de la que casi todo el mundo habla? Porque me parece que yo vi otra película; una sin fuerza ni interés interpretada con desgana y dirigida con piloto automático.


Las sensaciones que tuve al encenderse las luces fueron de alivio porque aquello había acabado y de profunda tristeza por lo que acaba de ver; un producto estéril y vacío al que no puedo verle nada que me diga algo, que me interpele como espectador, que me rete o fascine. Nada.

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