Los ladrones somos gente honrada, Pedro L. Ramírez, 1956
Hay películas que no se merecen a sus actores.
Los ladrones somos gente honrada es una versión libre de una pieza teatral de Jardiel Poncela y conserva parte del ingenio y los personajes añadiendo o transformando escenas para darles una aire más cinematográfico. Estupendo. Hacia el final se precipita y el resultado global es blando e inocente (ningún problema) y muy simpático.
El problema principal de la película es una dirección aburrida, funcional y átona que adormece sus destellos de energía o ritmo.
Una lástima porque hay un muy buen material. Tanto escrito, como ya he dicho, como técnico destacando la preciosa fotografía en blanco y negro de Federico G. Larraya, técnico que entre más de ochenta trabajos tiene el de fotografiar La cabina o Por un puñado de dólares.
Por suerte para el espectador están sus actores y es por ellos por lo que la película tira y divierte. Porque tiene un puñado de actores que no se los merece que levantan un texto simpático, pero inofensivo y se adueñan de la película convirtiéndola en algo disfrutable.
Pepe Isbert y Jose Luis Ozores están inmensos haciendo eso tan difícil de ser extraordinariamente naturales y llenar sus actuaciones de pequeños gestos que hacen crecer su trabajo.
Están acompañados de gente como Antonio Garisa, Rafael Bardem, María Isbert, Isabel Pallarés, Joaquín Roa o la enorme Julia Alba Caba dedicándose a los suyo; robar las escenas en las que aparece con una simple mirada o un movimiento de cabeza. Y si bien esto para muchos no es suficiente, para mí vale la hora y media de película. Soy un entusiasta seguidor de esta generación de actores españoles que levantaban una película a base de naturalidad, profesionalidad y vocalización (lo que otras generaciones de actores españoles parecen haber olvidado, sobre todo esto último) creyéndose eso de que no hay papel pequeño.
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