Deadlier than the Man, Ralph Thomas, 1966


Una de las mejores consecuencias que tuvo el éxito de la saga de James Bond fue la repentina aparición de una serie casi incontable de imitadores; las pantallas se llenaron de espías, tipos duros, malos megalómanos con planes absurdos y muy dados a detallarlos en el pero momento, secuaces mudos y muchas chicas hermosas preferiblemente en bikini. Quizá los más conocidos sean el Matt Helm que interpretó Dean Martin y el Flint de James Coburn, entre muchos otros.

Uno de esos es el personaje de Hugh "Bulldog" Murdoch con la diferencia que no es agente secreto, ni espía, ni miembro de ninguna misteriosa organización que lucha para proteger el estilo de vida del mundo libre si no que es agente de seguros (bueno, detective de seguros) y toda la trama de Deadlier than the Man va sobre si se paga o no una póliza. El malo juega a ajedrez gigante y tiene un ejercito de hermosas mujeres asesinas que, además, son hábiles negociadoras con los tiburones de las agencias de seguro. Hay la típica escena de tortura absurda y la seducción de la jovencita (no hay nada más atractivo y atrayente que un agente de seguros).

Y todos son incompetentes, hay muchos chascarrillos y los dos protagonistas masculinos interpretan la película como si todo esto fuera en serio lo que provoca un ambiente terriblemente extraño; una disociación entre el tono cómico y paródico de la propuesta con un buen actor como es Richard Jonhson convertido en un sosias de Sean Connery que da la sensación que no entendió que todo esto era de cachondeo.


Es todo maravillosamente absurdo.

Las que sí entendieron de qué iba el asunto fueron las dos asesinas estrella del malo, Elke Sommer y Sylva Koscina.


Maravillosas. Divertidas, ocurrentes, disfrutando de unos personajes torpemente escritos y en plena conciencia de que esto era una parodia; la disociación de formas de encarar la película se agudiza cuando en plano se encuentran los actores masculinos y las actrices, donde unos interpretan como si fueran espías de una novela de John Le Carré y ellas como en una comedia sofisticada de espías, que es lo que es.

Por eso cuando la película deja de centrarse en ellas y se convierte en un juego de ver quién la tiene más grande, si el investigador de seguros o el malo malísimo

(Muy sutil...)

la película se hunde. Sinceramente, ni "Bulldog" nos interesa, ni el psicópata del ajedrez gigante, ni el estúpido del sobrino del detective. Esta película son ellas y sin ellas no tiene sentido. Porque cuando Elke Sommer y Sylva Koscina pasan a segundo plano, la incoherencia, el pésimo montaje de las escenas de acción (el clímax durante la partida de ajedrez es horrendo), lo ridículo de las situaciones dejan de ser divertidos.

Porque, ¿qué mejor plan para una noche que ver a dos bellísimas asesinas en bikini y armadas con arpones matando a despiadados hombres de negocios, chulitos de salón y machos alfas?


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