The comfort of strangers (El placer de los extraños), Paul Schared, 1990


Detrás de un horroroso cartel publicitario que remite a los peores thrillers eróticos de los noventa y que distorsiona el sentido real de la película, se esconde una muy interesante y absorbente historia de obsesión y un estudio sobre la impunidad moral de los ricos sobre todos los demás.


La cámara se desliza elegante acompañada por suntuosa música de Angelo Badalamenti por los interiores de un palacio desbordante de decadente lujo. Una pareja inglesa pasea su aburrimiento por las calles de Venecia. Tras años de relación están en ese punto extraño en el que el amor se mezcla con el hastio. Un encuentro fortuito con un extraño que los invitara a su casa.

Estamos ante una película inquietante, enfermiza, turbia que en nada recuerda a un thriller erótico o las intrepidas aventuras sexuales de unos ingleses en Venecia; lo que parece una reflexión sobre el fin de una pareja acaba siendo un estudio sobre el poder, la impunidad moral y el clasismo.

La película, con guión de Harold Pinter, adapta de forma escrupulosa la novela El placer del viajero de Ian McEwan


siguiendo la estructura de la novela y sus mismas escenas (incluyendo detalles menores como la pelota que le lanza una niña a Rupert Everett, el encuentro con los maniquís de la tienda


o los carteles feministas de la calle). En mi opinión la película consigue ser más sugestiva que la novela al no sobre explicar las acciones o los por qués de los personajes (algo que creo que tiende demasiado a hacer Ian McEwan) y dejarlos a la interpretación del espectador dando al conjunto una mayor dosis de ambigüedad y sensación de tranquila pesadilla que dura todo el metraje. Uno de los grandes acierto de la película es una continua sensación de intranquililidad incluso en los momentos más calmos; algo no funciona bien en esta Venecia. Y que conste que he visto la película antes de leer la novela por lo que no iba con información dada.

En la película ni se explican los motivos del aburrimiento y el hastío de Colin y Mary (los personaje de Rupert Everett y Natasha Richardson), ni el por qué de las acciones de la pareja aristócrata. Por lo menos no se explicita, no se pone en boca de los personajes, pero un espectador activo y atento lo entiende. Me resulta curioso ver cómo en algunas reseñas que he leído achacan esta falta de explicación como uno de los defectos de la película, el no explicar de forma clara los motivos de los personajes. ¿Es necesario? ¿De verdad? ¿Nos hemos vuelto tan vagos que la interpretación, la ambigüedad, los matices de grises nos molestan? ¿No es más interesante dejarse llevar y discutir, pelearse y frustrarse por entender por nuestra cuenta el último gesto de Christopher Walken?

Que no se corresponde a este fotograma.

The comfort of strangers acaba siendo un melodrama gótico con tintes de cine de terror donde se explica el proceso de fascinación y vampirización de una joven y bella pareja a manos de unos decadentes aristócratas que viven en un palacio. 


¿Por qué vuelve una y otra vez a esa extraña gente? ¿Por qué aceptan cada invitación? Si intuyen que algo va mal, y la película va dejando desde sus títulos de crédito hacia dónde van a conducir los acontedimientos y los personaje saben que algo no funciona, que algo no están bien, ¿por qué siguen cruzando ese tunel y siguen subiendo esas escaleras?


Y ese por qué queda sin respuesta clara y eso es maravilloso.

Nota final: vi esta película al escuchar lo bien que se hablaba de ella en el podcast Vigilante que conducen Bullet Park y Doctor Insermini y que podéis escuchar en Ivoox. Vale mucho la pena. 

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