Nadie oyó gritar, Eloy de la Iglesia, 1973


Elisa (una bellísima y muy ajustada Carmen Sevilla) ve a su vecino Miguel (Vicente Parra creando un personaje inquietante y, a la vez, patético) deshaciéndose de un cadáver. Tras una educada coacción, Elisa se convertirá en cómplice de un crimen y tendrá que ayudar a Miguel a esconder el cuerpo.


Como thriller de aire hitchcockniano, mínima influencia del giallo y preDePalma funciona muy bien. Una trama muy fluída e interesante y una potentes escenas de suspense. Mis favoritas, todo lo relacionado con el accidente de autobús y ese viaje en ascensor de Carmen Sevilla y Vicente Parra limpiando los rastros de sangre que ha dejado el cuerpo. Uno tintes melodramáticos y el juego de atracción entre los dos protagonistas con un Miguel que va abriéndose a Elisa explicando sus frustraciones como escritor o su desazón vital y una Elisa que calla, observa y va replanteándose su vida.

Sin embargo, y es lo que más me gustó de todo, la película permite otra lectura; Nadie oyó gritar no es más que una enorme comedia negra; una enorme sátira con forma de giallo íbero sobre la extinción progresiva de un tipo de masculinidad representada por Vicente Parra. Aunque es un personaje cuya actitud es la de una mente brillante, analítica, manipuladora, fría, de forma progresiva se advierte un hombre débil, frágil, cobarde e hipócrita (la forma tan condescendiente que tiene de tratar a Elisa, personaje bastante más fuerte e inteligente) y que todo aquello no es más que una fachada.


Viene del mundo burgués intelectual (seguramente de izquierda acomodada y teórica), verbo fluido y, continuamente, se siente más inteligente y preparado que los demás. ¿Quien? Una prostituta de lujo, el mantenido de ésta, un camarero en un club... personajes que lo calan desde los primeros compases. La infidelidad y su ridícula intención de dotarla de profundidad, pero que los silencios de Elisa convierten en algo patético. Y las situaciones, claro. La escena del accidente de autobús que igual de tensa que divertida, el cuerpo envuelto en una cortina de ducha horrorosa, la escena de la lancha...

Por estas cosas, y otras que dejo a la interpretación de quién quiera verla, la película se puede, y creo que se debe, ver como una enorme comedia negra; ver como éste personaje va siendo cuestionado, destruido y machacado, como ve su hombría peligra al encontrarse con el personaje de Tony Isbert, el "sobrino" de Elisa (las miradas de atracción / incomodidad de Vicente Parra son estupendas), como las circunstancias le vencen y acaba convertido en lo que desde un primer momento se intuye; un ser patético.

Creo que esos títulos de crédito que remiten de forma directa al género de la telenovela, una decoración de interiores exagerada y feísima (esa bañera dorada redonda, la colección de jarras, etc.), las concesiones al melodrama, los exagerados zooms, picados de cámara, capturar a los personajes a través de los vasos, los movimientos circulares de cámara, la artificialidad del conjunto reforzada por su plano final (un telón que cae),  me convencen más en mi impresión de que en su fondo y forma no deja de ser una comedia.

Comentarios

  1. Esta la he visto. Una de esas noches de pocas ganas de dormir. No está mal, pero ese estilo años 70 de sugerir tanto hace que la peli sea algo insustancial. Pero eso sí, se deja ver entera y te ríes en no pocas partes.

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